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NIRVANA, EN 1992



Anoche vi a los Nirvana en la entrega de los premios MTV. Según Alfredo Lewin antes de salir al escenario tuvieron una fuerte discusión con los Gun’s and Roses, quizás por eso tanta rabia al final de la presentación. Rompieron la guitarra, lanzaron el bajo por los cielos, se ensañaron con los amplificadores. Pero no sé, a pesar que Nirvana es mi banda favorita a Kurt lo siento más como a un hermano mayor desorientado, que no sabe bien cómo salir de una etapa medio nerd para lograr insertarse finalmente en el mundo, que como a un Rockero de antología. En cambio Axl Rose es la esencia misma del Rock, ¿para qué pelearse con él, con qué fin? Es una aventura peligrosa con gran probabilidad de terminar en una epopeya poco feliz.

En este momento estoy esperando que pasen el video en MTV para grabarlo en un VHS y guardarlo para la posteridad como una reliquia Grunge. Años adelante les mostraré la cinta a mis hijos y les contaré justamente esto, la música que me gustaba a mis 17. Quizás en ese entonces ya esté súper pasada de moda y me manden a freír monos al África, o quizás sea lo más groso del momento, como lo son hoy en día los legendarios Led Zeppelin, por ejemplo. El hecho es que llevo varias horas esperando y no me pararé de acá hasta haber registrado la actuación.

La gente de los MTV le prohibió al grupo interpretar “Rape Me” como era su intención, la consideraron ofensiva, obscena, qué se yo, y los obligaron a cambiar el repertorio, lo que me hace pensar que en realidad más que la pelea con los Gun’s fue ese el motivo de la ira. Vaya arrebato, ¿no? Violento y en vivo para todo el mundo. En fin, dicen que tras la rabia flota la pena, quién sabe. En conclusión, decidieron tocar “Lithium”, un buen tema, con algunas frases potentes, algunas no más eso sí, el resto como la mayoría de sus relatos es pura mierda. Eso es Nirvana, una serie de pensamientos grosos, unas decenas de melodías pegajosas, una guitarra medio punk ruidosa y un montón de mierda que intenta reflejar el mundo de mierda en que vivimos los jóvenes de mierda de Seattle y el mundo entero, a causa de los adultos insanos que nos coartan el futuro. Y eso último es muy triste, pero es también muy cierto.

Seattle, la ciudad desde donde irrumpió este estilo musical, es una urbe industrial llena de fábricas y humo, que a causa de su venenosa cotidianeidad fue forjando poco a poco en el alma de sus habitantes adolescentes la desesperación y la desdicha, la frustración por no poder ver más futuro que el que sus padres tenían, sus abuelos tuvieron y sus tatara-tatara abuelos iniciaron. Una vida de esclavos, de pernos de la máquina, de carencias y pesares, de abusivos supervisores, de pobreza general y enriquecimiento de algunos, de enfermedades laborales que partían los huesos y quebraban de dolor. Así las cosas sus jóvenes se hartaron y explotaron. Algunos lograron sublimar la pena a través de la música, dándole salida a sus depresivos pensamientos; otros sin talento no resistieron y se suicidaron y hubo también algunos que simplemente, sin morir, una mañana no despertaron. Hoy el mundo entero es una gran Seattle, lo es esta turgente ciudad, con su mina multimillonaria que hipnotiza a los ciudadanos y les exige ser todos y cada uno una réplica exacta de cada cual. No hay espacios para la diferencia, no hay posibilidad de disidencia. Es necesario enrolarse, asumir las diferencias sociales y ser feliz en justa cota.

Es por eso que el Grunge, con sus letras coléricas y sus ritmos raspados, representa el sentir de muchos, de Franco con sus mechas paradas y su estilo onda “Los Prisioneros”, de Bastarpayo con su melena larga y su paso a lo Jim Morrison, de Vacallo con su entonación popular y su pinta de capo caribeño y de mi, con lo que sea que muestre y llame la atención de los demás. El hecho es que esta música irrumpió y se quedó en el ambiente cohabitando con los murmullos y soplos secos de cientos y cientos de muchachos rancagüinos desilusionados y artos, furiosos pero en calma, como espinos, como cactus, en espera de algo que los desarraigue de la invariabilidad impuesta por el mundo social reinante. Nirvana, Alice in Chains, Stone Temple Pilots, Pearl Jam, bien lo saben, los poderosos y sus rufianes mienten, nos tienden una trampa y nos aniquilan sin darnos tiempo de reacción, nos engañan con su promesa de materialismo gozoso y de ese modo nos dejan anclados en nuestros deberes, en nuestras responsabilidades de ciudadanos modelo que con su robótico actuar les permitirán a ellos y a sus vástagos vivir una vida de ensueño mientras los demás sudamos la gota gorda y otros por ahí sudan llanto y sangre.

Así las cosas es urgente una revolución, pero no una erudita marcha de inconformistas y visionarios, no una reunión mensual de idealistas e intelectuales. Lo que necesitamos es un motín, una bien concatenada sucesión de violentos disturbios, una enorme revuelta que poco a poco se transforme en una gran rebelión. Necesitamos que en cada ciudad los habitantes se reúnan armados con sartenes, picotas y palas y en masa se encaminen hacia las mansiones de los políticos y controladores, para exigir de ellos todo el tesoro que han acumulado a lo largo de esta historia de abusos y diferencias, para arrebatarles su poder e influencia, para despojarlos del país, principalmente eso, para quitarles de las manos este angosto terruño que peligra con extinguirse si continúa bajo la gerencia de estos cerdos ambiciosos, afanosos mercenarios que no dejarán nada, repito, en cincuenta años más no dejarán nada, secarán los ríos, infectarán los mares, arruinarán los bosques, destruirán las montañas y se robarán las tierras, se robarán las ciudades, se robarán las avenidas, se robarán los futuros, se robarán las sonrisas. Así será, Chile, “la alegría ya viene”.

Pero bueno, qué caso tiene este monólogo mental si finalmente nadie asumirá el liderazgo que requiere un saludable levantamiento popular, menos aún a tan poco tiempo de haber recuperado la burrocracia. Mejor seguiré esperando el video de mi banda favorita. Mientras tanto, afuera el mundo gira y gira como siempre ha girado, en la plaza de la Villa Triana el Quincy y los suyos guitarrean con maestría un Metal de infiernos, más allá Pelacables le comenta a Vielma el último sencillo de los Machine Head, mientras Churejas Anguila tararea estridentemente la canción de Metallica que emana desde su Walkman y Franco se concentra en la letra de los Jane’s Adiction que anoche se le quedó estampada en la memoria.

Es el Rock and Roll, ese mismo que nos sobrevivirá, a nosotros y a nuestros sistemas, y que llegará a tientas o entre saltos, un día, a los oídos de nuestros hijos.

LINK A: -NIRVANA EN LOS MTV MUSIC AWARDS 1992-.

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